Esto le quedó a Bolaño mejor que si hubiera dicho que los “americanos”, con esa confianza en si mismos que exuda por los poros cuando están en el extranjero, pueden pasar por insolentes o arrogantes. En éste párrafo, Bolaño describe el diálogo entre Fate y Omar Abdul, un joven de color, americano, que está en México entrenando a un boxeador de ese país.
–¿Y a ti cómo te va la vida?
–No me quejo, no me quejo demasiado –dijo Omar Abdul.
–¿Adónde piensas ir después del combate?
–A celebrarlo, supongo –dijo Omar Abdul.
–No, no me refiero a después de esta noche sino a después de que todo esto se haya acabado –dijo Fate.
Omar Abdul sonrió. Una sonrisa de confianza y de desafío. La sonrisa del gato de Cheshire en el supuesto de que el gato de Cheshire no estuviera retrepado en la rama de un árbol, sino en un descampado y bajo una tormenta. Una sonrisa, pensó Fate, de joven negro, pero también una sonrisa tan americana.