Y, que yo sepa, todavía falta el tercero… Hace unos días, Jorge Gómez Jiménez, nos brindó ésta nota sobre Ricardo Piglia y la noticia ha estado también en un gran número de periódicos y afines. Hecho lamentable que al final tuvo como resultado la justicia.
Hoy me encuentro con esta otra nota sobre el Sr. Santiago Rojas, editor de la editorial sevillana Jamais. El Sr. Rojas está siendo procesado por el delito de estafa, tanto a escritores como a impresores. En parte de la nota se dice:
La situación ha llegado a tal extremo que incluso ha terciado la sección autónoma andaluza de la Asociación Colegial de Escritores de España que preside Francisco Vélez. “Esperemos que los medios de comunicación investiguen y consideren de interés social esta situación, que tanto puede perjudicar la imagen y gestión de los buenos editores andaluces”, se alega, a lo que se añade que “publicar un libro es algo serio, a veces hasta un sueño”.
Sueño del que no se ha librado siquiera una vocal de la referida asociación, la melillense Encarna León, a la que el editor debe casi 2.200 euros desde hace unos dos años. “En los últimos años se ha convertido en un estafador de primera que, además de no cumplir con los contratos de edición de libros, los mismos que puntualmente envía a sus víctimas, vive alegremente gastándose los cuartos de un montón de escritores que pusimos en él y en su empresa una ilusión muy grande”, critica León.
En la mayoría de los casos, el proceso de captación de clientes por parte de Santiago Rojas es el mismo: ofrece en internet o en anuncios de revistas la posibilidad de editar libros a precios muy competitivos y ha creado certámenes con los que presuntamente descubrir nuevos talentos. Y más aún: garantiza una generosa distribución e incluso dice ocuparse de la promoción editorial y periodística. A cambio, requiere de antemano al autor el importe pactado vía contrato, el mismo que, según se denuncia, ha incumplido en reiteradas ocasiones en algunos de sus extremos.
Curiosamente, los otros días comentaba en la nota de J.G.J., implicando de que la práctica de cobrar para acudir a certámenes literarios es algo triste; “deleznable” -como dijo J.G.J.-
Y aquí viene a jugar en parte el ánsia que agobia a casi todos los escritores inéditos, los cuales terminan, muchas veces comprando nada más que ilusiones. El escritor quiere ver su obra publicada; más aún conociendo por terceros de que tiene buen potencial. Que se usufructe con las esperanzas, sentimientos y el bolsillo de los que, en casi la totalidad de los casos, no pueden perder lo poco que tienen para dar, me parece la hijaputeada profesional más baja que se pueda concebir.
Ese don Santiago Rojas Pulido que citais no es m
Menudo liante ese rojas. Me llam